Historia, fundamentos y conceptos básicos de la Slow Medicine

Los inicios de la Slow Medicine
La Slow Medicine o Medicina Lenta es un concepto que surge en Italia ya en el año 2002. Se publicó por primera vez en una revista médica italiana. Más tarde, se ha comentado este concepto en algunas revistas anglosajonas.
Se tomó como modelo el concepto de Slow Food. Hoy en día hay todo un movimiento Slow que nos invita a bajar el ritmo y vivir la vida de una forma más equilibrada.
La Slow Medicine o Medicina Lenta nace para practicar una medicina centrada en el paciente y de mayor calidad. Quiere evitar además el burn-out de los profesionales de la medicina.
El movimiento Slow Medicine tiene exponentes, además de en Italia, en Holanda, Brasil y EEUU. Hay incluso un libro escrito por la doctora Victoria Sweet que se llama “Slow Medicine – The Way to Healing” (Medicina Lenta – el camino a la sanación). Ella es internista en California e historiadora de la medicina. Dice: “Las personas enfermas necesitan tiempo, y sus médicos también. Los médicos necesitan tiempo para sentarse con sus pacientes, para pensar, leer, consultar, y detectar sus errores”.
El manifiesto de la Slow Medicine
El manifiesto inicial de la Slow Medicine inicial de los italianos expone que la Slow Medicine es una medicina:
- Sobria o medida: hacer más no siempre significa hacerlo mejor. En la ética médica se traduce sobre todo en el principio de No Maleficencia (Primum non nocere) y el principio de Beneficencia.
- Respetuosa: con los valores del paciente, huyendo del paternalismo que aún se practica mucho. Cada persona es diferente y sus valores son inviolables. En la bioética convencional se corresponde con el principio de Autonomía.
- Justa: la atención sanitaria tiene que ser de atención y de calidad para todos. Se corresponde con el principio de Justicia de la bioética.

Es obvio que hacer una medicina de calidad requiere tiempo, pararse al lado del paciente para hablar con él. Ya lo dijo Gregorio Marañón, la silla es la herramienta principal del médico. Practicar una medicina sobria, respetuosa y justa con 5 minutos por paciente parece complicado. Una primera consulta puede llevar una hora u hora y media si de verdad te quieres enterar bien de lo que le pasa al paciente. ¿Resulta económicamente rentable? Quizás a priori no, pero sí a largo plazo; y no todas las consultas, después de establecer una relación médico-paciente duradera y estable, tienen que ser tan largas.
Los 10 conceptos básicos de la medicina lenta
Por su parte, en una iniciativa holandesa se introducen los 10 conceptos básicos de la medicina lenta.
Los 10 conceptos básicos de la Slow Medicine
Tiempo: la toma de decisiones consciente y compartida mejorará cuando los médicos puedan dedicar tiempo a sus pacientes.
Atención individualizada y personalizada: el punto de vista del paciente debe ser el centro de la atención. Es decir, no hay que tratar enfermedades sino personas. Como decía William Osler: “Es mucho más importante saber qué tipo de paciente tiene una enfermedad que qué clase de enfermedad tiene un paciente”.
Autonomía y autogestión de la salud, en la que además se debe integrar el contexto social y familiar del paciente. Es decir, los aspectos comunitarios no se deben olvidar. A menudo, hay pacientes que se informan y quieren tomar decisiones sobre su propia salud. A veces esto entra en conflicto con los profesionales de la salud, que no siempre aceptan bien el cambio del rol de los pacientes. Por otro lado, si se va a intervenir en el estilo de vida, es fundamental explorar el contexto sociofamiliar y laboral.
Salud positiva, centrada en la resiliencia: el énfasis se debe poner sobre la salud, no sobre la enfermedad. Esto es fundamental para las medidas preventivas y de cambios en hábitos y estilo de vida. Lo ideal sería que el paciente no llegue ni a ser paciente y que necesite del médico lo menos posible. Hay muchísimos otros profesionales de la salud que son fundamentales en servir de guía para las personas para mantener la salud.
Prevención: es una gran olvidada en el modelo farmacocentrista de la medicina actual. La Slow Food, la comida sana, es la medicina básica para una vida saludable. Ya lo decía Hipócrates. Además, el ejercicio físico y el pensamiento positivo son aspectos fundamentales. Comentamos aquí un libro reciente de un autor español, Growth Mindset, de Eber Dosil, que puede ser muy útil para aplicar las enseñanzas de la mentalidad de crecimiento en el autocuidado de la salud. En definitiva, lo ideal sería ejercer actividades de prevención para evitar llegar a la enfermedad.
Calidad de vida: a veces no hacer nada es un arte y más difícil que hacer algo. No siempre hacer más intervenciones diagnósticas o farmacológicas es mejor. Muchas veces “hacer menos” es mejor para el paciente. El sobrediagnóstico y el exceso de pruebas complementarias no significa que la atención sea mejor.
Medicina integral: no se debería hablar de la salud y la enfermedad en términos de guerra y lucha, sino más bien como recuperación del equilibrio. En este punto recordamos que medicina solo hay una, la que funciona. La plausibilidad biológica, la evidencia científica y el primum non nocere deben guiar la atención al paciente, más que los protocolos no siempre actualizados que no permiten la individualización en el tratamiento del paciente o que no incorporan conocimientos como los que nos brinda la microbiómica. Los pacientes no se constriñen a pautas rígidas que no tienen en cuenta su individualidad o que no incorporan las intervenciones en el estilo de vida. La medicina que funciona va mucho más allá de las intervenciones farmacológicas.
Seguridad primero: primero no hacer daño (de nuevo, primum non nocere) y si hay duda, muchas veces puede ser mejor abstenerse. Se deben evitar aquellas intervenciones que pueden ser más dañinas que beneficiosas.
Pasión y compasión: la pasión en una atención compasiva al paciente debería ser nuestra guía. El paciente o su familiar es una persona que sufre y su experiencia subjetiva es más importante que los resultados de unas pruebas complementarias. Lo primero es la persona: la clínica manda y la empatía es una herramienta fundamental. La Medicina no es solo una profesión, es una vocación verdadera. El movimiento Slow Medicine busca también ayudar a los profesionales a recuperar esta pasión. Iniciativas como la de Nirakara, de la UCM, ayuda a mejorar la atención centrada en la compasión.
La tecnología debe estar centrada en el ser humano, no al revés. Las pruebas son complementarias, y no sustituyen a la historia clínica, conocer los antecedentes personales o familiares y el estilo de vida de la persona. Todos estamos agobiados en nuestra sociedad y vivimos con un ritmo rápido. Esto en medicina hace que se desplace el foco de la historia clínica a la realización indiscriminada de muchas pruebas complementarias que a menudo no aportan soluciones reales a los pacientes. Esto no significa que la tecnología no sea importante o útil: la microbiómica, la metabolómica, la epigenética, la nutrigenómica… son tecnologías que nos permiten ayudar mejor a los pacientes.

Conclusión
En definitiva, la Slow Medicina o Medicina Lenta va mucho más allá de un concepto centrado en el tiempo. Necesitamos por lo tanto una verdadera revolución para un cambio de paradigma en el modelo de la salud y la atención sanitaria imperantes. En Slow Medicine Institute queremos ser parte de ese cambio, junto a otros muchos profesionales y por supuesto, los pacientes y la sociedad en general.
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